viernes, 14 de diciembre de 2007

El testigo

Un manojo de neuronas, de ojos, de latidos...que expanden y contraen sus luces y sus sombras...
Una constelación vibrante pulsa dentro de mí, inaugurando tormentas de emociones impiadosas, que rugen hasta sacarme la piel, hasta desollar de mis huesos la mediocridad; hasta despellejarme de los falsos testigos.
El único testigo posible es el fuego crepitante, que tan pronto se enciende como se consume, llevándose consigo los secretos más preciados, las mil y una noches de la danza más genuina.
Soy la que Soy. Seré la que seré. Desnuda y sin prisa.
En cada letra de mi nombre hay un llamado de vida.
En la médula ósea de este silencio oscuro, está el azúcar que empalaga mi lengua; músculo-serpiente que se extiende húmeda, tocando cada rincón para bendecirte. Giro extasiada con la mandíbula inmensa, bebiendo a sorbos la lejanía de tu presencia...escupiendo al suelo la presencia de tu lejanía.
El único testigo de mi ardor es el fuego. Sólo él conoce cómo me raspa el alma tu ausencia.
El único testigo de mi amor es el fuego...sólo él ve los dibujos que creo en mi mente al pensarte...sólo el fuego es testigo del temblor de mis labios, del sudor de mi vientre...de la calma perdida...de la cama revuelta, empapada de mis mieles, insurrecta...



© 2007 by Orquídea

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gustaría estar grabado a fuego en la memoria

Unknown dijo...

Ese fuego encendido, crepitante... Leyéndote sólo puedo pensar que es el fuego ardiente, apasionado que te brota del cuerpo, del deseo contenido, de las sábanas revueltas, de tu cuerpo excitado... de la nostalgia de la carne amada. Que no se extinga nunca ese testigo de tu pasión y de tu sentimiento. Acaricio tus pétalos, Orquídea y te beso,
V.